“Dios me recordó que Él es mi padre”

La casa de Wasihun Kemede, de 11 años, era el único hogar cristiano en una aldea de Hareto, en el oeste de Etiopía. Por negarse a volver a las antiguas prácticas animistas, la familia recibía amenazas e insultos públicamente. Motuma Kemede, padre de Wasihun, intentaba explicar de forma amorosa el motivo por el cual no participaban más de esos rituales, pero los vecinos nunca entendieron la razón de su nueva fe. En 2013, Motuma fue asesinado por su decisión de seguir a Cristo.

Un día inolvidable

El niño tenía sólo siete años cuando perdió a su padre. El día del incidente, la familia se fue a dormir con el sonido de la lluvia en el techo, pero fue despertada en medio de la noche, cuando algunos hombres entraron en su casa. Uno de los tres invasores gritó: "¡Maten a este hombre!". Los intrusos derribaron a Motuma y luego lo arrastraron fuera de la casa. Wasihun agarró las piernas de su padre para impedir que se lo llevasen, pero eso no sirvió de nada. Al sacarlo de casa, los hombres golpearon al cristiano fuertemente hasta que dejó de moverse. Inmediatamente, desaparecieron en la floresta.

Mientras Buze salió en busca de ayuda, después de que ningún vecino respondió a sus pedidos, Wasihun y su hermana Bachu, con 15 años en la época, vieron a su padre morir sin poder hacer nada para ayudarlo.

Padre para los huérfanos

Según el colaborador de Puertas Abiertas que visitó la familia poco después del ataque, el trauma del pequeño Wasihun era diferente que el de los demás miembros de la familia. "Durante nuestra primera visita, todos estaban tocados, pero la tristeza de Wasihun nos impactó mucho. Su comportamiento no era el mismo que vimos en otros niños de su edad", compartió. Hoy, a los 11 años, Wasihun no quiere que nadie se preocupe por él, pues él sabe que Dios lo cuida. "Me quedé pasmado al ver a mi padre morir delante de mis ojos, pero Dios me confortó y me recordó que Él es mi padre.", complementa el joven cristiano.

La provisión del Señor

Wasihun experimentó desde niño la realidad de la vida cristiana: los hijos de Dios también están vulnerables a tribulaciones y sufrimientos. El hecho de que las personas invadieron su hogar, sacaron de la familia a una persona amada y no fueron castigadas por el crimen, es devastador para Buze y sus hijos.

Los Kemede no sólo testimoniaron la muerte de su marido y padre, pero también continuaron enfrentando presión diaria de otros vecinos, que siempre están observando y aguardando la oportunidad de aprovecharse de la vulnerabilidad de la familia.

Pero hoy Wasihun, la madre y los hermanos tienen el privilegio de experimentar otra realidad: la reconfortante provisión del Señor, que llegó de una manera que ellos no podrían imaginar. "Mi padre solía trabajar desde la salida hasta la puesta del sol, para conseguir lo que era necesario para la casa. Cuando él fue cruelmente asesinado, pensamos que no había más esperanza, pero el Señor nos dio todo lo que necesitábamos, nos ayudó a sobrevivir a través de la tormenta. Dios es más que un padre para nosotros", declara el joven.

Nuestra oración es para que Dios alivie el dolor de nuestros hermanos y que, en medio de todas las situaciones, ellos sean instrumento en las manos de Dios y generen frutos que permanezcan, pues ellos probaron y vieron que Dios es padre para los huérfanos y defensor de las viudas. (Salmos 68.5).